Ayer fué San Marcos, la tradición era atar ese día la cola al diablo, es decir, hacer un nudo con el tallo de las espigas verdes de la cebada o el trigo, sin que se rompa, eso quería decir que la cosecha sería buena, entre otras cosas porque si para estas fechas se puede hacer un nudo con un manojo de espigas verdes es que la siembra ha crecido lo suficiente y es probable que la cosecha sea buena.
Hoy ya nadie sale al campo a amarrar al diablo a a atarle la cola, ni siquiera se sigue haciendo la tradición de comer hornazos en el campo. Es asombroso el extrañamiento que se está produciendo con el campo, incluso en los pueblos de nuestra comarca. Al campo ya sólo se va a trabajar o a cazar, algunos a montar en moto o en quad, pero ya casi nadie vive el campo como se vivía antes. Hay quién tiene casa en el campo, van a pasar el día, asan chuletas, comen, beben y se vuelven al pueblo a dormir. Aunque la casa tenga luz eléctrica, agua y todas las comodidades del pueblo.
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