Las Tablas no volverán a ser lo que fueron.
Los Técnicos del Parque luchan contra la autocombustión.
La cultura del regadío agota los humedales de La Mancha.
El Parque Nacional de Las Tablas agoniza.
Un experto apuesta por recuperar los niveles del acuífero de hace 20 años.
ABC,Viernes, 16-10-09
EN EL AIRE
Como si la tierra se abriera bajo los pies, por donde parece asomar el infierno, esto es hoy Daimiel.
A mi parecer, este incendio subterráneo empezó: «En la noche del 5 de septiembre de 1986, noche de fiesta en Daimiel y otros pueblos de los alrededores, un incendio con un frente de doscientos metros se desató en una zona de carrizos lindante con el extremo Suroeste (...) El fuego se extendió por el masegal y antes de ser contenido consumió una tercera parte del parque. Cuatro días después, los enviados especiales de prensa describían la situación de esta manera: «Conejos convertidos en pelotas de fuego, jabalíes que escapan enloquecidos con las patas ardiendo, aguiluchos que no saben dónde posarse y bandadas de patos que vuelan sin rumbo: las Tablas son una brasa. Aunque el suelo de superficie se considera extinguido, el subsuelo continúa incandescente». Sevilla. M. J. Florencio. ABC, Martes 3-2-1987.
El 9-9-86, leemos lo que dijo el entonces director conservador: «Mientras arda la capa de turba, no puedo dar por extinguido el incendio. Este braseo de turba no es una cuestión de hoy ni de mañana, sino que puede continuar ardiendo meses o, incluso, años». Y añadió: «La turba se ha originado por el descenso del nivel hídrico de las aguas del parque».
Todavía hoy, vemos regar los maizales echando el agua al aire. Puede que no haya un país que haya desperdiciado y despreciado tanto el agua como el nuestro.
Mientras tanto, en Membrilla, sobre esa verdad recia de las tierras de secano, está a punto de florecer, con el humilde rocío, la rosa de los azafranes.