Expoparadoja (ver video)
IGNACIO CAMACHO
En una nación que ha elevado la paradoja casi al rango de una categoría moral resulta perfectamente congruente que una ciudad como Zaragoza, capital de una región que ha construido profundas trincheras sociales y políticas para evitar el aprovechamiento de los caudales excedentes del río Ebro, organice una Exposición Internacional sobre la gestión y el uso del agua. Exposición a la que me apresuro a desear el mayor de los triunfos, que se merece por su rutilante arquitectura, por su coherente operación de desarrollo urbano y por el entusiasmo que han puesto en ella los aragoneses, con el alcalde Belloch y el presidente Iglesias al frente; pero cuyo verdadero éxito consistiría en que de ella brotase el espíritu de solidaridad que ha faltado en el largo, enconado y no pocas veces irracional debate sobre el trasvase.
No deja de tener sus bemoles el hecho de que vayan a reunirse en la Expo 08 expertos internacionales de toda laya a predicar la necesidad de un uso compartido, sensato, ecuánime y fraternal del agua en el mundo, mientras el Ebro que baña el contorno de sus modernísimos pabellones tira cada año al mar un caudal doce veces mayor que el que se necesita para abastecer a todo el Levante, Murcia y parte de Andalucía. Y que las autoridades que tanto mimo y esfuerzo han puesto en levantar esta muestra no hayan sido capaces aún de construir las infraestructuras necesarias para irrigar las orillas de un río que se desborda por falta de regulación. Y que apuesten por proyectos faraónicos de casinos fantasmas en vez de redimir el secarral de Los Monegros con el regadío que lleva siglos esperando la mano regeneracionista que le acerque de una vez el progreso. Y que dediquen su mayor energía política a vigilar que nadie saque de la cuenca una sola gota, ni siquiera para dar de beber a una Barcelona que ha tenido que confiarse al cielo protector para salir de un serio apuro hídrico. Todo muy racional, muy desprendido, muy sostenible.
Bienvenida sea la Expo si, además de para otorgar a Zaragoza la posición competitiva que corresponde a su escala, sirve para que los aragoneses modifiquen siquiera un poco la obsesiva conciencia patrimonial que les lleva a considerarse dueños del río que cruza su territorio. Si toda la elocuencia conceptual de sus paneles, mesas redondas, conferencias y foros logra acercar una perspectiva compartida del desarrollo nacional como una empresa de todos. Si afloja recelos, diluye discordias y aproxima horizontes más allá de los límites de la visceralidad tribal. Si aporta un poco de racionalidad en el debate desquiciado y tóxico del reparto del agua en España. Si no se queda en un despliegue de tecnología, brillo y recursos al servicio de una retórica sin compromisos. Si es capaz de regar con algo de cordura el viciado secano de un conflicto sin sentido. Si cuando se apaguen sus últimos fuegos artificiales queda un poco más cerca la posibilidad de un acuerdo entre quienes necesitan el agua y quienes se la niegan mientras la ven correr sin aprovecharla.
sábado, 14 de junio de 2008
EXPOPARADOJA
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